viernes, 4 de enero de 2008

La luna no está donde ella cree

Apareces en el umbral de todo sendero como si nada pasara, y mientras tanto suena y suena el teléfono y yo debajo de una almohada. Sí, esa misma, la amarilla de pollitos, la que guardaba mis llantos de niño y ahora los devuelve. En la ciudad todo es bulla, es la dinámica de un caos que no penetra la ventana de mi cuarto, una verdad que se hace evidente en el eterno corretear de más gatos en el techo. Los mismos gatos que mirábamos desconcertados desde mi patio, y que ahora me miran y se van. De alguna manera —y de ninguna— busqué tus manos en la oscuridad, tus piernas sobre mí o tu boca, tanteando el espacio vacío hasta dar con el teléfono. Era lo único que sabía hacer en ese momento, sollozar y decir no. Apretando fuertemente mi costado por miedo a desbordarme, el auricular cedió y tres, dos, uno.

Ahora recuerdo haberme dormido debajo de tantos sueños, de los cuales sólo tengo una sensación aquí en mis uñas, en mis ojos, en mi lengua. Todo empezó así y así morirá. Mi llamada en la tarde, la creencia imbécil en los árboles y el viento en ellos fueron suficientes para arrasarme. Pero tú eres distinta, aún crees y sabes soñar, todavía golpeas el aire con tu cabello y ya no temes despeinarte. No sé, creo que ya empezó la danza gloriosa de una iniciación atrasada, pospuesta por el egoísmo de aquel que te amó sin saber cómo y sabiendo por qué. Ya no necesitas manejarte en barcos de papel ni servilletas dobladas, ya sabes que las envolturas sólo sirven para arropar un reto, en fin, tus miedos se quedaron en esa bolsa llena de las cosas que me devolviste. Caricias, abrazos, promesas de amistad que no cumpliré o de llamadas que no haré, todo me hace más sombra y me obliga a esto, a replegarme en esta habitación oscura, pocas veces alegre.

Debo aprender a dejarla ir, a verla correr por la ciudad pero de lejos, desde la mirada extraña de un recuerdo, de un déjà vu antiguo, distante. Descubrirá poco a poco el sonido real de las calles, nuestras canciones serán archivadas, aprenderá que bailar con extraños no es malo y que la gente hace daño. Confiará y será traicionada, conocerá a fondo el odio que ya probó y el silencio que le enseñé, las miradas serán sesgadas y habrán pocas salidas. Algún día se dará cuenta que hay un cielo sobre nosotros, que siempre lo hubo y que perdió mucho tiempo, que las estrellas nos miran y que la luna no está donde ella cree.