lunes, 6 de julio de 2009

Al carajo con las nubes

Quisimos tentar la oscuridad y compramos máscaras y la enfermedad en pastillas masticables. Haciendo caso a los postes no llegaríamos muy lejos pero de distancias ya no sabemos. Y acaso un perro callejero más que nos quería asaltar mientras los carteles se multiplican y en la siguiente esquina a la izquierda pegas un brinco cuando te miro y ya. Detrás las calles que se deshacen pero tú me llevas y sin esa duda que te hace menos tangible te asomas por encima del otro lado para salvar un rompemuelles o un dead end. En esa calle la luna que baja y la inmensidad que nos pasa por alto, vamos dejémosle una caricia a la puerta y ya, basta de figuras en las nubes y la lluvia que no llegará. Entremos que se hace tarde, al carajo con las nubes. Sabemos que nos acechan con cierta dificultad y por eso miras y te dices es la última vez que se me ocurre la izquierda y ya, el entrar se nos da con cierta facilidad.

Era como la cara oculta de todos los olvidos, rompecabezas donde una sombra era la única respuesta, la incorrecta, el purgatorio inútil de la fantasía que intentamos. Era como ese túnel al otro lado de todo, el afuera que nos consume, el epicentro de formas descoloridas que se agitan colgadas del miedo, que titilan al despertar de dos astronautas frente a la nada. Se aceleran tus manos y la cortina que nos mira frenéticamente, las dimensiones que no ceden y quédate conmigo por favor pero cómo hago para no pensar en esos ojos enfrente debajo Dios qué mierda hago aquí la tarde parecía tan tierna y las nubes que abarrotan el ventanal, de pronto todo es un palpitar de frascos demonios respiración uñas que acarician las paredes y nos alejan del interruptor, el muro y sus culpables, el patio trasero con su jardín de otra época y sus fantasmas, la cama que nos atrapa entre sus sábanas manchadas de silencio, el apetito incierto de sus bordes que ya no, todo se desvanece con cada parpadear al filo de la angustia y era como el sonido de una canción que no puedo reconocer, una melodía que sabía a lágrimas y rubor, a estación FM, a la mirada que aprieta y nos retuerce en ese océano de terror, en el vaivén de la sangre bullente los nervios la psicosis del vidrio la ventana el muro, un balazo en medio de tanta soledad, un solo balazo en el agujero donde mis pies avanzan o retroceden y espérame aquí mientras lo arreglo, todo estará bien. Un último espejismo y será todo, la salvación de los ángeles caídos, el abismo que me sumerge en otra muerte, la herida abierta que mana el vacío y el exorcismo de nuestra irrealidad.

El cielo sube por los tejados y más allá otro carro que se lleva todo el polvo de mis zapatos, suspiros para tejer otro mañana. Por lo pronto se me ocurre tararear un tango sin olvido y con olor a sombra, un sonido robado de alguna emisora que alguna vez. Aló, estoy lejos, ok ok después hablamos, le cuelgo y ya, uno menos. Pero era como algo que no me soltaba, que me señalaba con todos los dedos de todas las manos, era la voz de papá pero además era otra cosa, un apetito incierto sin saciar, una presencia muda vacua inconsistente, acaso atrapada entre otras pieles. Te limitas a mirarme y sueltas tu cabello, tus pasos resuenan en otras direcciones. Soltaste tus pasos, tus cabellos y ya.