jueves, 18 de agosto de 2011

Las cartas de la ayahuasca [Fragmento] (W. Burroughs / A. Ginsberg)

¿ME ESTOY MURIENDO, MÍSTER?

[…]

Esa quejumbrosa Panamá se colgó de nuestros cuerpos – Entré en el bar de Chico con un mohoso recibo de casa de empeño, esperando en película de 1920 un ron con cocacola – Carne nitrosa bajo este antro barrido por tu voz: «Metiendo clavos en mi ataúd» - Pájaros comedores de sesos patrullan «Tu corazón traicionero» - Postal muerta aguardando un lugar olvidado – Ligera conmoción de película de 1920 – Adolescentes despreocupados se habían sometido a procesamiento especial de reclutas – La tarde desnuda en la carne del muchacho – No hacía más que intentar tocar en sueños - «Viejo truco de fotógrafo, espera a Johnny – Ahí va el cementerio mexicano.» En el malecón conocí a un chico con una camiseta de rayas rojiblancas – Ciudad P. G. en el crepúsculo púrpura – El chico se despojó de su ropa interior sucia raspando una erección – Lluvia tibia en el tejado de hierro – De pie desnudo bajo el ventilador de techo en servicio de cama – Cuerpos tocaron película eléctrica, hormiguearon chispas de contacto – Soplos de ventilador de joven duro en camiseta lavada de adolescente – Los olores de sangre las voces ahogadas y el final de la línea – Eso es Panamá – Película triste derivando en islas de basura, negras lagunas y gente pez esperando un lugar olvidado – Antro fósil barrido por un ventilador de techo – Viejo truco de fotógrafo los barrió de las ondas.

«¿Me estoy muriendo, Míster?»

Fogonazos ante mis ojos hoscos y desnudos – Viento de alba podrida en sueños – Podredumbre de muerte en foto de Panamá donde aletea el toldo.

domingo, 14 de agosto de 2011

Al final de una estrella

La lluvia está borrando la ciudad. En mis manos, ese murmullo como de grillos en una lata vacía. Una lata muy vacía donde las paredes devoran la noche y se atropellan en la soledad más distante. Es verdad, la lluvia caracolea por la ventana y los bordes de mi desconcierto son cada vez menos evidentes. He apagado las luces y las cortinas, el viento es oscuro y humedece lentamente los contornos de las cosas. Todo parece incierto o acaso improbable: esos pequeños destellos que me llegan como la intermitencia de una luciérnaga al filo del abismo, ese olor a calle mojada que se despega del asfalto como un grito de renuncia casi extinguido. No soporto más este silencio de lámparas y papeles: es un hueco que asciende como el polen de la mañana. Tardo en darme cuenta que no asciende, trepa.

Una burbuja de miedo que corre haciendo eses como un río de pólvora al final de una estrella.

lunes, 8 de agosto de 2011

Desde una habitación sin ventanas

Por un instante, solo un instante, reparo en el reflejo de mi figura en la ventana. Mi rostro es el de otro o quizás es el de nadie, una mancha irregular y trémula que deja traslucir la noche del otro lado, la calle, la humedad de la madrugada. Reparo también en un asunto puntual: el curso “normal” (estirando un poco el término, demasiado diría yo) de mi escritura se ha visto gravemente afectado, o más que afectado podría decir detenido, averiado, incluso espaciado por tiempo indefinido. Y, extrañamente, no es por falta de tiempo ni voluntad, o puede que lo sea pero no, es otra cosa, es un efecto raro de carencia o la falta de este, digamos que ambas cosas. Suena un poco loco pero no hay otra manera de decirlo. En realidad, sí que la hay pero un escritor, un tal Vallejo, me robó los créditos: “Quiero escribir, pero me sale espuma.”

Y, desde otra acera, mi amor desmedido y fetichista por los libros ha vuelto. Con la leve mejoría de mi estado bancario ha crecido también mi poder adquisitivo, y, para sorpresa de mis fueros más internos, he volcado ese mediano presupuesto hacia las librerías online. Me siento aplicado. Solemne y ridículamente aplicado al ejercicio de la lectura, en estos días donde la vida se va pareciendo un poco menos o un poco más a cualquier Chagall visto a través de una botella de vino en una habitación sin ventanas.

viernes, 15 de julio de 2011

Stars and I

I like stars. No matter what happens, they’re always there. However, according to some theories about the expansion of the universe and speed of light, they may have been dead for a very long time before their light reaches us. So, basically, some of them are dead by the time you’re reading this, but you still can see them.

Wonderful things stars are. I like them because they remind me of my mom. They can be dead but they are there. They’re always there.

jueves, 30 de junio de 2011

Quique González: La breve intensidad de las primeras luces



Martes, Junio 28. New York City. Mercury Lounge. Una noche como cualquier otra en esta ciudad incandescente donde las almas de millones de seres se hacen bruma entre calles, hoteles y negocios. Pero no en este rincón. Aquí fuimos únicos. Quique González, el escenario y yo. Y así como yo, un puñado muy selecto de miradas y corazones que latieron descontrolados, sordos, furiosos. Manos y labios murmurando lo insólito, estrujándose unos contra otros, ateridos, extasiados frente a la maravilla que brotaba de un par de músicos on stage. Íntimo y vibrante, así fue el concierto de Quique, quien se llevó consigo el cariño y la admiración de los amigos que esa noche estuvimos con él. Ni muchos, ni pocos: fuimos los necesarios. The Chosen Few. Gracias, Quique.

martes, 7 de junio de 2011

Fetichismo, música y cosas varias

Tropiezo nuevamente con Microsoft Word, la actitud recurrente e inútil diremos algunos, es cierto. Sobre todo cuando nos repasamos incesantemente y tratamos de hallar algo de interesante en nuestra escritura. Sin mucho éxito, by the way. Sin embargo, todo parece ir encajando por ahora y esos tecnicismos se los dejo a otros criterios.

Bebiendo Mountain Dew, i’m gonna get a bad fever, leyendo un poco a Bolaño, un poco los manuales de David Busch para terminar por fin de aprender los mecanismos básicos del diafragma y los f/stops, i’ll stay forever with you, y de vez en cuando acariciando la Polaroid 300, azul, brand new. Fetichismo puro y sin censura. Pero está bien, Abraham, todo está mejor que nunca, y lo sabes porque tiemblas cuando miras cómo se deshojan los días en el almanaque o en la foto que tomaste del almanaque, para el caso es lo mismo. Quizás tengas la respuesta pero no la asumes, la ves arropada entre papeles y voces pero no te atreves a lavarle la cara, aun cuando sabes que esta pasmosa debilidad por el arte de lo visual crece descomunalmente, como esos muñecos “acuareactivos” de la infancia. Deja de jugar con lo desconocido, don’t you shiver, confía en tus manos y golpea las puertas antes de entrar.

viernes, 20 de mayo de 2011

Cometas en Alaska

Es otra tarde menos en tus cuentas y aún no sabes limpiarte bien las mentiras, vamos, dime tus miedos, dame esas cosquillitas en tu espalda, yo sé que te apetece el mundo más allá de esta autopista que retrocede en mis ojos indiferentes. Nena, los carteles te llevan a la realidad pero la verdad es la que tú te inventas, esa que eliges entre frutos verdes y semillas de geranio. Te asustan todas esas huellas que miramos alucinados en el parabrisas, en la ventana del restaurant, dedos de gentes a 35rpm que giran en medio del azar y la tormenta. Está bien, nena, al parecer supiste ocultar las llaves y de pronto no tienes más excusa que decir que me odias porque nunca llegue a tiempo, pero qué culpa tengo yo si el mensaje de texto rezaba (sin asunto). Sí, es evidente que nunca fuimos los mejores enemigos pero entre los peores nos tomamos de las manos y reímos como idiotas cuando el silencio era tan gordo que no entraba jamás en el encuadre. Tomabas nota de mis instintos y resolviste el crucigrama con precisión, me ganabas siempre al ajedrez y eso que nunca supimos para que servía el enroque ni por qué los caballos se mueven en forma de L, es absurdo. Lo sé, tu lógica no admite discusión, es un cúmulo de ideas escritas en cartón, bulletproof, y ese sentido común adornando los manteles de la cocina. Nena, desde siempre nos estuvo prohibida la eternidad y estaba escrito en las instrucciones, debajo de ADVERTENCIA. Por eso ahora te miro alejarte en todas direcciones, un poco como esa imagen de la servilleta de papel en la pileta de la plaza, sumida en un tiempo ajeno al arañazo de esta humanidad que nos transforma constantemente. Ahora estás allá, del lado del adiós, donde la nostalgia es esa maravilla que nos cambia de canción en el momento menos indicado.

lunes, 16 de mayo de 2011

Durmiendo en la cocina

De cuando en cuando le entran a uno las ganas de mirarse y preguntarse por qué tantas cosas no dichas, cómo llegamos a esta silla o cuando fue la última vez que volvimos a Vallejo. Porque uno siempre vuelve a Vallejo. Y es entonces y no después cuando nos damos cuenta que nada nunca tiene un por qué. Todo fue como tratar de orientarse en medio de la oscuridad: siempre llegamos a destino pero después de dar tumbos, caer un poquito, patalear y llorar. Quizás es como dice Ribeyro y siempre dependí del azar y las circunstancias para estar hoy sentado en esta silla y no escalando los Alpes suizos con Frederick, Sasha y Mercedes, la española. Fácil que sí, tuve que nacer y crecer en Perú, tuve que abordar un Boeing 737 Lima-Atlanta-Salt Lake City / Delta Airlines, tuve que dejar correr el agua en el lavabo antes de cepillar mis dientes,… Podría seguir pero prefiero (y amo) mi clandestinidad. Y, por supuesto, también dependemos del Otro, no el lacaniano sino el más descifrable, digamos ese amigo que nos quita los zapatos cuando ebrios, esa mujer que nos tomó de la mano en un mediodía gris camino a la universidad, o también por que no los vendedores de hamburguesas, la puta de la esquina, mi papa y sus monedas, mi almohada de pollitos. Esa gente que viene y va, los que se quedan, los que ya no están más. Y, por si fuera poco, también están la música y los libros, pero ese es otro tema. Hoy por hoy el arte es un cliché, así que por ahora this is enough. Debo irme: deje al azar durmiendo en la cocina.

domingo, 8 de mayo de 2011

Bitter-sweet, mom

Un día genial de primavera, con mucho sol, cielo clarito y nubes gordas. Un día un poco amargo, bastante dulce pero con algo de bitter, con esa vaguedad de mis memorias que aún no te abandonan, todas esas redundancias en la casa, tus manos en mi cabello o en la olla marca Record. Qué turbia sensación que me hace despertar en medio de la nada, con los sonidos enrevesados; mamá ha muerto y no son good news, estoy enclaustrado entre dinamita y silencio, clavado en un sueño que nunca pedí. Malditas pesadillas. Sin ellas, las madrugadas serían la cosa más linda del universo.

Otro día de la Madre así, revuelto entre llamadas de auxilio en diferentes estaciones, sintiendo el peso de tus ojos latiendo desde el fondo de mis venas. Tu bolsa del mercado, tus zapatitos de alquiler, tus pasillos y toditas nuestras infancias siguen allí, bajo el mismo techo donde una vez cerraste los ojos llenos de cansancio, de amor y de muerte. Feliz día, mamá. Como alguna vez te escribí, llegará el tiempo en que me llevarás a pasear colgado de tu cuello, encerrados, herméticos, bajo el cielo pintado de agujeros y mentiras

jueves, 5 de mayo de 2011

Reporte semanal de la semana

Hay tantas cosas hoy, aquí: copas, monedas, licor, libros, una o dos certezas, un pasaporte, más libros. Hay una gata ingrata que no sabe llegar ni irse, están también las canciones, las efemérides, la cuenta regresiva. Es cierto, todo es irrelevante hasta cierto punto pero nunca nadie me hablo del tiempo o de cómo seguir siendo humano en un mundo de visiones y azar. Esta realidad no me abarca, a veces parece que todo se empoza en un latido que se apaga bajo presión. Hoy no me quejo; a pesar de mi desgano, las cosas se alejan del principio, tropiezo menos con la inocencia de contar animalitos en cada mirada. Hoy se está bien en la 797, 2nd floor. Tenemos lo necesario para dejar de caminar en círculos y ya no me olvido del six pack en la nevera.

By the way, ya me voy tomando mucho-muy en serio esto del oficio fotográfico. Hoy por hoy, enfocando mi sangre a 50mm.

viernes, 29 de abril de 2011

Fragmento de A. P.

1 de noviembre, martes

Un rostro. Un rostro que no recuerdo, ya no está en mi memoria. Ahora es el combate con la sombra, con las nubes difusas y confusas. Le he dado todo. Lo hice y lo puse en mí. Le di lo que los años me quitaron, lo que no tengo, lo que no tuve. Ahora falta mi vida, falto a mi vida, me fui con ese rostro que no encuentro, que no recuerdo.

No podrá conmigo ese rostro. Es tarde para andar otra vez invadida por una presencia muda. Ya no más los amores místicos, un rostro clavado en el centro de mí.

Pero sé que mi vida solo tiene sentido cuando amo como ahora no quiero amar, cuando intento un rostro y un nombre, que colorean mi silencio, que me permiten seguir buscando y no encontrando, que me permiten lo que de otra manera es hastío, tiempo en que nada pasa.

(Tomado de Alejandra Pizarnik, Diarios, p. 167)

Manifiesto

Para A. Pizarnik


Nunca estuviste conforme con lo que fuiste, animalito de sombra en el cascarón de lo inevitable; el hastío te invadió a fuego lento y volaste desde todas las ventanas hacia ti. Lo supieron los libros, lo advirtieron las pastillas, te inventaste una lengua para no ser más vista, mecánicamente poblada por el miedo al vacío, a la felicidad de lo real. Te llamaste puente, tus dedos fueron noche en una calle en Buenos Aires. Eras el otro que te clava una mueca y te sorbe las yemas de tu sangre. Pero todo fue inútil porque jamás fue demasiado. O, en realidad, lo fue. Hoy, a 75 años de tu nacimiento, tu noche sigue mordiendo las paredes del lenguaje. Gracias por la ebriedad de tu silencio, bichito.

jueves, 28 de abril de 2011

1-0

Es jueves, estoy sentado y afuera llueve. West Hartford duerme, sueña, ansia una nueva mañana con sus calles vacías y sus negocios llenos, el poder de su bolsillo, el peso de sus apellidos. Es primavera, me lo dice el almanaque y lo confirman el clima, las flores, los atletas en las tardes. Todo es como en las películas, al menos las de Hollywood. Pero todo es una farsa, la realidad es la de adentro. De nada vale ser socialmente aceptado si por dentro te deshaces. Esta noche se confirman mis dudas más negadas, las más terribles, esas cosas que daba por perdidas pero nunca tanto, como siempre digo. El tiempo pasa, nos vamos poniendo viejos pero Pablo, ¿no ves que por dentro siempre es lo mismo? Todo parece ser calculado, te crees el muy maduro, el idiota que va por el mundo olvidando y siendo olvidado, ese que tiene respuesta para todo. Sarcástico, amargo y burlón: esas dos copas de vino no te prepararon para esto. Sí, eres un hipócrita de mierda, nunca vas a perdonar y está bien, your call. Pero no intentes reclamar algo que ya no es tuyo. Sea o no sea legal, las fichas están jugadas. A costa tuya, es verdad. Te partieron, te rifaron, te jodieron. Pero, carajo, así son las cosas. Al borde de los 25 y sigues con las mismas cojudeces. Cuando quiere joderte, la realidad es una bitch. Tu jugando a ser fotógrafo y la paradoja que da la vuelta y te da una patada. La foto del año, sin dudarlo. You wanna fuck on me, Facebook? Ok, 1-0.

martes, 19 de abril de 2011

[…] esto no es más que un inmenso mar al principio de los días te veía entera y ahora sólo veo tus dedos que me saludan desde el otro lado del silencio desde el otro lado del vodka desde el otro lado del humo estamos en el centro de un cristal roto que cada día se abre más y más nuestros reflejos en el espejo de los días no son más que un rompecabezas mal armado de nuestros sueños de nuestras palabras cuando te veía en las mañanas sabía que eras apenas una colección de ruidos y sudores que la mano del tiempo había armado antes de despertarnos…

(Tomado de Opio en las nubes, Rafael Chaparro Madiedo, p. 133)

jueves, 7 de abril de 2011

Manuscrito al fondo de un vaso


Solo esto me salvará. Debo aferrarme a la palabra, empiezo a sentir cómo voy perdiendo uno a uno los sentidos; la inconciencia, el delirio, todo fermenta y crece de afuera hacia adentro. Botella botella parlante libro zapato todo depende de todo en esta realidad de personajes y formas cósmicas, polvo de estrellas en mi chompa, en la camisa blanca con su sudor tan plural y necesario, camisa botón algodón aguja hilo made in Singapur. Eres un punto deforme en la pantalla y solo te salva el verbo, nominalizar tus placeres en el vidrio de tantos vasos, en esa lejana noche que ya recuerdas un poco menos pero tan cierta como la sal de tu sangre en la lengua. Míranos en esta silla, enfermos de preguntas con olor a plástico y amoníaco, nombrando nombrando el juego de todos los días tardes noches de papeles enrevesados como solo nosotros. En fin, dejemos el final para el final.

sábado, 2 de abril de 2011

American shows

Sábado, madrugada, cansado del trabajo y del problema que me causa el respirar. La nueva amiga es simpática, siempre simpática al punto de causar vértigo, riéndose del mínimo gesto y golpeándose la frente ante lo inminente. Soy una marioneta de la soledad. Todos lo sabemos en cierto momento, yo lo sé ahora. Lerner dejó las pautas. Esta silla está karmeada. Putamadre, Lerner de mierda.

lunes, 28 de marzo de 2011

Razones para esta madrugada

Cierro las cortinas para no llenarme de ese afuera que contagia y desborda. A estas horas, las ventanas carecen de estabilidad y todo intento por nombrar una huella o una canción, es simplemente vano. El almanaque está lleno de equis negras, repasadas, indelebles y llenas de regrets. El orden que trato de imponerme es bastante arbitrario, siempre hay algo donde nada debe haber. Y mientras, el vacío se amarra las botas en mi taza de té, la misma de hace 3 días. Quiero pensar que todo se irá, incluso yo. Sigo buscando el olor de mamá, la espuma de esas orillas que ahora son equis. Sigo buscando razones para esta madrugada.

martes, 22 de marzo de 2011

yan-ken-pó

Es en noches como esta donde me doy cuenta de que estoy más solo que nunca. Los lunes siempre son así, una mierda, ni siquiera el trabajo es una sana distracción porque Alaska ya no está. Simplemente repasar los mismos protocolos, hacer rollos y servilletas, vasos, platos, repetir mis pasos y añadirlos a la lista de años perdidos. Matemática básica. Ni siquiera llegar a casa es un alivio, siempre está esa otra cosa que nos empuja a hacernos las preguntas de toda la vida, ese silencio que arrincona los sentidos hasta la gravedad, esa turbación que me lleva a la sala, al sillón, a la misma novela en HD. Este vino tampoco arregla nada. Cabernet Sauvignon, Alexander Valley, 2009, todo pierde validez y se empoza entre la gata y el teclado. Converso con Perú, la gente que va y viene o viene y va o como quieran llamarlo, esa gente que quiero al punto de sentirme agraviado con su felicidad, con la efimeridad de su libertad redundante, estúpida, pero libertad al fin. Las mismas personas y sus FAQs, sus mecanismos de defensa que no dan tregua a nadie, menos aún a ese pata que conocieron hace años pero cómo has estado brother? Esto es una trampa del tiempo, esa clase de juegos que nos habla de circunstancias inciertas y molinos de viento. Esto es un jardín de senderos que se bifurcan, una ironía, un puto mensaje de voz que jamás termina. Finalmente, esto soy yo. El mismo imbécil del yan-ken-pó contra sí mismo.

martes, 8 de marzo de 2011

Nada personal

Es un día de esos donde me despierto porque ya no puedo dar más vueltas en la cama, relativamente temprano para toda actividad decadente. El día de la mujer mundial, según Andrelo. Seguro que sí pero yo aún no tengo el blanco del camino en el ojo marcado. Además, no esperarán que ande como idiota felicitando a cada mujer que se cruza en mi Messenger o en el Facebook. Será que no estoy muy de acuerdo con esto de buscarse días para todo. Nada personal contra las féminas, by the way.

A propósito de faldas, anoche una nueva derrota en esas costas. Territorio bastante hostil el de Alaska. Siempre se juega a su modo, con sus naipes de segunda y sus uñas sin pintar. Es insólito pero sus ojos se expresan de otro modo, me dicen lo que quiero escuchar pero lo callan, en el silencio espacial de su momento menos puntual. Me enseñan también que detrás de todo jardín hay un jardín, exacto, y que mientras más nos alejamos, más cerca estamos de pisarnos los talones y las horas. Y es que todo funciona bajo esa lógica. Pero, por lo pronto, estamos suspendidos en la conciencia de nuestras miserias.

Pedro Guerra, es muy temprano también para ti y tus canciones, hermano. ¿”Mujer que no tendré”? Perhaps…

lunes, 21 de febrero de 2011

LHC

Mi corazón, right now, es un colisionador no de hadrones, sino de emociones. La puta vida siempre le juega mal a las personas buenas, eso lo sabe mi madre y mi abuela, ahora mi tía abuela. Eso del cáncer es un rollo bien feo, cosa seria. Sé que moriré de eso pero ya no me importa tanto. Por otro lado, mi mejor amiga y su bebé, su gran pero gran trozo de vida… felicidades Pato. Este vino se encargará de todo, y vaya que cumple su labor. Los sentidos, aplacados. La memoria, suspendida. Los deseos, postergados.

¿Conoce usted al difunto? Sí, era un tipo sin importancia colectiva, exactamente un individuo. Así diría Céline. “Thank God”.

miércoles, 16 de febrero de 2011

― Tú lo viste ¿verdad?... ¿cómo estaba?

― Me ofreció esa sonrisa de siempre. Supongo que estaba bien pero es que nunca aprendí a descifrar sus rostros, por eso quizás me ganaba en el póker, ¿recuerdas?

Fumaba un cigarrillo y temblaba, sabía que estaba allí pero no lo miraba, perdería el sentido de esa realidad que inventaba en las volutas de humo o en la ceniza que ponía en su mano. Ya todo había pasado pero esto jamás se lo esperó, cuando dejó de llamarla, de pensarla, creyó que siempre se puede construir una nueva mentira, supuso que sus vidas se basaban en la lógica de las estaciones y que este invierno ya se acababa, menos mal…

― Uhmm… las versiones son varias. Unos dicen que lo vieron afanando a una flaca, una gringa bien rica. También dicen que ahora solo vive para trabajar y ya no se le ve mucho. Un pata me dijo que habló con él y le dijo que USA is my new hometown y que no volvería por nada del mundo. “Hasta creo que ya se le olvidó el español a ese pendejo”, me dijo. Esto es cuestionable pues él me prometió por su viejita que volvería. Y tú sabes que el flaco no se juega con esas huevadas. Pero, en realidad, puede que todo sea verdad o que simplemente sea una gran bola de mierda. Y a ti, ¿no te dijo nada?

― Ni una palabra. Y si me hizo algún gesto, ni siquiera lo advertí. Solo me ha quedado esa sonrisa sin forma, como una especie de desencanto, como si todo él fuera tan solo un cascarón, una maldita piel muerta, desnuda, vacía.

Apenas va cayendo la tarde y ya parece que los límites se desfiguran; así pensaba mientras se detenía a mirar en dirección al tipo de al lado, ese que ahora era poco más que un extraño, abrumado por el alcohol y el tiempo. Miraba a través del tipo, recordó sus huellas juntos, lo poco que aún quedaba, y sonrió. Lo hizo por ambos, lo hizo para destejer ese miedo que ahora dormía siempre con él. Pero, sobre todo, sonrió por ella, porque fue lo único que le pidió, el antídoto perfecto para las desgracias que compraban a cada salto. Tuvo que detener esa lágrima que nunca existió, tuvo que sonreír y decirse que todo estaría bien, repetírselo hasta el cansancio para que ella también lo escuchara. Que todo estaría bien…

― Ni modo… ojalá esté bien el flaco, la última vez que hablé con él lo noté bajoneado, andaba así por lo de su ex o algo por ahí, un rollo que decía era muy largo de explicar. Esas cosas parecen cojudeces pero de veras que joden, por eso yo ando available.

― Eso sí, de salud yo lo noté bueno y sano. Pero uno nunca sabe. Con respecto a lo otro, lo de su flaca o su ex o como sea, pues algo así me habían comentado pero no sé más que tú. Pero esa sonrisa, brother… a mí se me hace que ese huevón se está volviendo loco.

El tipo le dijo algo que retumbó en sus ojos como el fin del mundo, luego se alejó rumbo al sur. Todo camino, pensaba, lo llevaba al sur. Era la nostalgia la que hablaba por él pero cómo decirle que no con ese frío. El viento lamió los restos de orgullo que quedaban en su chaqueta y la culpa volvió a someterlo. La clandestinidad jamás bastó, ahora lo sabía pero ya no importaba mucho, ahora solo había espacio para callar y correr, dar vueltas en esa página escrita a medias, en esa voz del azar que otra vez le jugaba una mala pasada. Que todo estaría bien… cerró la puerta y subió, repasando sus cartas, repitiéndole que ella no tenía la culpa, que todo evento tenía su lógica y que él siempre estaría detrás de la misma puerta, que la culpa no era de ella y que sus manos no bastan para alcanzarla y que todo estaría bien, que todo estaría bien…

jueves, 10 de febrero de 2011

Alguna vez escribí acerca del miedo a perder de vista el recuerdo de mamá. Ahora comprendo que ese miedo es inherente a mi condición. Es ese tipo de miedo que primero dispara y después pregunta, el que no sabe de treguas ni promesas cuando te miras al espejo. Este texto nace como exorcismo de todo aquello, es la constancia escrita de que sus intentos, por más odiosos y punzantes que sean, jamás podrán encontrarnos. El laberinto es nuestro, los cajones del ropero, el secreto bancario de papá, esas cosas que disolvemos en el café con leche. Mamá lo sabe, lo supo siempre y no la sacarán de su propia “casa de cuervos”. Sus gatos, sus miles de crochés, su maldita enfermedad. Es una guerra inútil porque de aquí nunca se irá, porque heredé su náusea como heredan los peces la asfixia, gracias Blanquita Varela. Esos recuerdos aún están ahí, puedo verles la cara detrás del biombo, sus manos fuertes sobre mi camisa blanca, repasando las líneas más tercas, la lista del mercado, la lección de Lenguaje.

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Hace unas noches soñé con ella, estaba hecha un ovillo en el centro de todo, mirando con sus últimos ojitos impregnados de perdón; mirándome ser lo que pretendo y lo que jamás consigo. Luego despierto, 5:36 a.m. El canal de televentas tiene ofertas estupendas.

martes, 8 de febrero de 2011

¿Amores de barra? Yeah, right.

Ya no le doy importancia a nada, Alaska, ni a cuantas calorías tenían las cervezas que no pagamos, mucho menos a los billetes que arrugabas con violencia ante la ansiedad de dejar la propina. Y ni hablar de tu borrachera sincera y feliz, negándome todo lo demás y diciendo en pocas palabras ―o muchas, no había forma de saberlo― que soy muy lindo pero lo suficientemente idiota como para dejarme arrastrar a este juego. No pretendía ser un héroe pero es que eres condenadamente bella cuando intentas aparentar que todo te da risa mientras te balanceas sentada en tu silla.

A lo mejor es como me dijiste hoy y de verdad fuiste such a bitch conmigo. Pero una vez más, Abraham, no había forma de saberlo. Todo siempre es relativamente bueno hasta que llega el día siguiente. Supongo que así funciona.

domingo, 6 de febrero de 2011

Weather Channel

West Hartford Center, slippery day. Rainy day. Aun así, hoy mismo te imaginé caminando conmigo en medio de esta lluvia, pidiéndome que te agarre fuerte porque si no te resbalas, te caes, y yo te digo que esas cuestiones no importan en este universo, la gente se cae y se rompe los tobillos y otras cosas, no importa tanto… y de repente resbalo y todo lo que dije anteriormente se convierte en un “ay carajo” mientras tu risa te hace resbalar mucho más en mi nostalgia; la misma risa que nos hace caer sobre el hielo, al cabo y al fin.

Es inútil resistir este destierro sin pensar una sonrisa conocida. Ya todos lo sabemos, el olvido no es pan de cada día.

domingo, 30 de enero de 2011

En Colán la vida es más sabrosa


Pudimos caminar por horas y siempre fue lo mismo, el cielo que se multiplicaba, el balneario con sus colores de alquiler en el portal de la noche, los vendedores de muecas y helados, todo lo que sobraba. Era año nuevo, ¿quién carajo diría algo? No importaba nada, éramos inmunes al mar con sus benditas prórrogas que nos dejaban postergados al final de las líneas de gentes y deseos, con el celular sin batería y todas las mil cojudeces que se vendrían después. No recuerdo mucho pero de eso se trataba: la mejor postal del viaje fue la inconciencia. El caos del absurdo, la estupidez, el vicio y la cocaína, el pisco y sus atavíos que nos desplazaron sin escalas ni sobresaltos hacia el 2005. Limeños y borrachos, hicimos lo que quisimos en ese paraíso de voluntades arrebatadas. Empacamos nuestra pobreza y comimos de lo mejor, con los mejores; sin ser demasiados fuimos eternos, trepando de dos en dos los peldaños del delirio y la clandestinidad. Circunstancias guiadas por la garantía de falsos corazones en botellas de plástico, el desencuentro de juventudes y vidas que paseaban sus banderas frente a nosotros, los mismos gatos de identidades perfectas, falsas, brumosas. Muchachos, todo fue vertiginoso y nadie supo hablar bien de las pieles o los destinos cruzados a mitad del viaje, en ese instante donde aprendimos que la arena no deja manchas en la vergüenza y la desilusión es una manera de sonreír. Supimos que todo regreso era incierto porque el tiempo en ese entonces perdía sus fronteras con lo humano, con eso de rancio que tiene la urbe.

Realidades perversas que imagino ahora bajo el nombre de sospechas, historias para no dormir y embriagarme más de la cuenta. A fin de cuentas, es bastante improbable haber frecuentado un abismo tan “terriblemente bello”, donde la costumbre más primaria era juntar las manos, los labios, los sexos. Y es que a estas horas de la tarde la improbabilidad es acaso lo más parecido al optimismo.

viernes, 28 de enero de 2011

En el cruce de la Farmington Ave y la North Quaker Lane había un bus stop…


Esperaba el bus y fumaba un cigarrillo mientras el frío ocupaba con rapidez el lugar donde antes estaba mi piel. Suele ocurrirme. En realidad, ya no opongo ningún tipo de resistencia. Solía patear la nieve, saltar, cantar y gritar como un latino en West Hartford, maldecir mi puta suerte, renegar de mi pacto con el destiempo. Pero hoy fue distinto, solo fumé y al frío, pues, lo dejé hacer lo suyo. Será que me cansé de esperar a que el azar me lance un jackpot y al carajo con la mala racha.

Y es que a veces aún creo ―manía terriblemente idiota― que merezco algo más, que el fracaso no lo es todo en esa esquina donde siempre espero el autobús. Otra vez ese verbo. Mejor lo escribo porque si lo digo no me lo compro. Inmediatamente se descompone y pierde sentido, como esas palabras que a veces me repito dieciocho, veintitrés, 44 veces hasta hacerlas retroceder a la nada. Yo espero, tú esperas, nosotros esperamos… ¿de veras?

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Sigo esperando, sentado frente a esta tecla, en esta última sílaba, espero un sonido raro al borde de la laptop, una ventana de auxilio, algún emoticón estúpido que pueda anexar a mis máscaras. Espero la llamada de mis patas, el correo de mañana, la sonrisa de Alaska. Espero que se agoten los días y que la nieve se escurra de mi chaqueta, que mi gata no se aburra, que la universidad me espere con todas sus mentiras y su olor a bolsa de papel. Espero, en fin, seguir con esto hasta que aparezca el bus, ese autobús de mierda, y me lleve a algún lugar donde el verbo esperar esté baneado.

jueves, 27 de enero de 2011

Una chiquilla de Onetti

"Me anima la idea de que podrás dejar de leerme cuando quieras, pero que nadie puede impedir que escriba."

martes, 25 de enero de 2011

A propósito de Žižek

Jornada laboral prolongada... amo los lunes. Yeah right. Lo único que amo de los lunes es que es uno de esos pocos días donde soy un espectador consciente de todos los estragos (y la consecuente estupidez) que provocan en mí los encantos de una mujer bella. La llamare Alaska, tengo mis motivos.

Alaska es simple, casi nunca se hace problemas por las cosas que va dejando tras de sí, con esa torpeza propia de sus ancestros. Siempre me mira y me sonríe o me hace alguna cara, una mueca que termina en la punta de su boca o de sus manos que dibujan con un lápiz las horas, los días, las mesas. Me jode ese juego, esa complicidad construida con naipes, los intentos de seducción sin codificar que me va dando por cucharitas. Todo es una farsa. Ella sabe que no puede, que no debe. Yo también lo sé pero los lunes me olvido de todo. También los viernes. En fin, unas veces accedo y otras no. Nadie gana ni pierde pero es una mierda regresar a casa en bus a leer el mismo libro de hace 3 meses. Maldito objeto del deseo. God damn you, Žižek!

lunes, 24 de enero de 2011

Entrada 2

Esta noche se extiende por todos los rincones, nada está a salvo. Lo peor de todo es que tengo una botella de Mezcal al costado y no puedo, no debo beberla. Lo peor de todo es escuchar al tiempo como un pálpito en las ventanas de la habitación, su presencia áspera que se siente al filo de la lengua. Ya agoté todas las fotos, los correos, esas complicidades ridículas con el pasado que siempre, siempre, siempre me joden.

Ando buscando qué carajos hacer y sigo tropezando con cosas que no puedo (no debo) hacer. La eterna botella de Mezcal, cigarrillos, Jack Daniel’s, más cigarrillos. Algo me detiene, quizás el maldito olor a lunes que brota de mi almanaque. O la sensación cada vez más creciente de algo que ya no late dentro de mí. Mundo Loco, diría la Queca. Sí, mejor me refugio en los libros.

Cambio y fuera.

domingo, 23 de enero de 2011

Entrada 1

[Alejandra P. creía que ejercicios como estos la ayudarían, tarde o temprano, a mejorar su estilo. Ella quiso escribir su ‘gran novela’. Nunca lo hizo. Y creo que es mejor así porque como poeta la rompió. Veremos qué pasa con nosotros.]

Domingo en cama, con ganas de todo, pero no aquí.

Muriendo de distancia, poco a poco. El trabajo es bueno, la paga mejor. Dinero, alcohol, ropa y huevadas… no me puedo quejar. Pero sin amigos, todo se va a la mierda. "Lerner" tenía razón, siempre la tuvo.

Afuera, -17 grados Celsius. Adentro, en mi cabeza, una frase golpea y no se cansa: “Muriendo de mejores maneras”. Amén.

lunes, 3 de enero de 2011

Cuatro Oestes

Primeros días de noviembre y ya las penúltimas hojas recorren avenidas enteras que no me atrevo a recordar. Una que otra se balancea frente a mis ojos para ir a dar en la punta de una sonrisa a destiempo, la misma hoja seca que se tropieza con la mujer sentada a la orilla de la calle Maplewood, con todos sus rostros y repasando uno a uno sus cuatro oestes. Nadie supo si fue antes o después pero si algo es cierto es que uno nunca sabe dónde deja olvidadas las bancas de esta ciudad. Ella miraba sus zapatos con un placer descomunal, como si el fondo de cualquiera, de todos sus miedos, viviera bajo sus pies o en el pedazo de acera que la acogía. Supe que era sábado por el olor de los robles y supe también que no era demasiado tarde ni tan temprano como para dejarme extraviar en la enfermedad de saberme uno más en su juego de espejos. Pudo haber sido de otro modo pero a ese ritmo solo acerté a contener el aliento para no perderlo, para no asustarla. Supe que no era cierto por todo lo demás.

Ella cruzó la calzada y fumaba un cigarrillo lentamente, casi sin ganas, quizás para no marearse y perder la cabeza, soltando el humo como quien deja ir un amor, en cantidades regulares como indican los frascos de medicinas, suponiendo una pitada que le inyecte algo de fuego entre el corazón y el recuerdo. Cruzó la calzada, arrastrada en gran medida por las puntitas de sus zapatos, con la fiebre encima del reloj y una gota de sudor (o lidocaína) en la sien. Iba sin mirar nada más que el sendero que proyectaba a fuerza de humo y promesas, tan escasa de sombra, quizás atenta a los pasos que iba dando mientras los contaba y los dibujaba en la parte blanca de sus ojos, manía absurda. Digamos que lo que menos deseaba era perderlos, sus pasos, enumerados con la neurosis de quien alguna vez perdió la conciencia entre vómito y tequilas. No importa el humo en los ojos ni el semáforo en verde, a esta edad uno se juega la vida donde menos lo espera. Y viceversa. Era fácil, cosa de chicos, al parecer su mirada no era la mejor de sus cartas, podría decir que jamás lo fue y por eso no lo supo hacer como se debe; el mirar solo fue necesario siempre que una mentira agotara sus arterias, siempre que sus mañanas escaparan volando hasta el cansancio. No miraba para ver sino para dejarse invadir por el gris de los pájaros en las ramitas; deslumbrados y aturdidos, sus ojos se vaciaron de afuera hacia adentro, hundiéndose en el vórtice del fuego, la niebla, la nicotina. Cruzó la calzada y sus dedos desprendían palabritas de auxilio, grititos que se confundían con el crepitar del tabaco a menos de 4 centímetros de distancia. Unos dedos que sujetaban su muerte como un nudo sin retorno, abrazando sus miserias como gusanos en la oscuridad. Pude ver destellar sus manos en un terrible espasmo de agonía mientras avanzaba llena de nada, a pocos metros de la acera, intentando aferrarse a los últimos trozos de luz que dejaba el otoño. Era inútil descubrirle una mentira porque sus manos solo hablaban de certezas, incluso cuando cedieron en slow motion, liberando la colilla del cigarrillo que fue a dar a un universo menos improbable. Quedó atada sin saberlo al reflejo brillante de su cuerpo latiéndome entre las cejas, detrás del cristal de los anteojos, bajándome como un bálsamo que aún hoy reseca mis labios entreabiertos. Juntos bajo ese cielo, compartiendo los vientos sucios, la calle helada desde cualquier ventana, quedó atada a mis horas más raras, la hice mía en todas las tristezas y deseé una vez más tropezarme con el murmullo de sus ojos sin distancia. Hubiera sido tan sencillo retroceder unos pasos y ser uno más, llamar su atención, ocupar por un instante las moléculas de su miseria que brotaba desesperada, como musgo entre sus párpados y el tiempo. Porque su cuerpo me hablaba del tiempo y de esas ventanas que siempre se nos cierran, los negativos, las cicatrices que sus labios balbuceaban sin dejarle una pausa a los sentidos. De este tiempo de mierda escrito con la lógica del abandono. Algo así como una gota de vino cayendo en una servilleta, en un papel que nos tomó por sorpresa en el tránsito cansino de la calle Maplewood, a pocos minutos de todos los comienzos, del mismo final, en el instante exacto donde temblaste junto a la colilla que iba mojándonos de ceniza, tan cobardes y ausentes como la gota púrpura que nos llena de veneno, difuminados en un fondo gris donde los dedos se deforman en la expansión caótica, sedienta, del Pinot Noir. Y fuimos los indicados, sin prejuicios ni azares, sin otra explicación que la humedad puesta en tus labios por algo sin nombre, espectadores de la pequeña manchita en la servilleta de nuestras veredas, de la gota de vino y su metamorfosis, de toda esa otra mancha que eras tú.

Ella, sí; no fueron las píldoras sino los malditos sábados que debí abandonar hace mucho los que la atan hoy más a mí, acaso también las recompensas que busqué siempre desde la cara oculta de mis ojos y que hoy me atraparon con el mundo mirando desde la cornisa, en la otra esquina. Su cabello retuvo el último brillo de la tarde, con furia, casi con deseo, y a su lado, ascendiendo como el coro de la noche, el humo desprendió los pedazos de su nombre grabados en la colilla, más tarde en el olvido. Todo en ella tuvo un ritmo, una avenida con olor a venganza. Y así lo deseara, no pude adivinarlo. Además que los deseos no son la especialidad del cartero. Nadie nunca le pone atención a estas cosas, lo aprendes cuando dejas de dormir con los ojos cerrados. No importaba tanto porque la única realidad era la suya y tenía algo de fantástico y loco, litografía donde el deseo era un naufragio en el medio de la soledad. Maldita realidad donde ahora soy algo menos que un objeto, a lo mucho una sombra en la oscuridad. El tipo que arruinó la foto y que hoy, una vez más, lamenta no tener un revólver en su bolsillo derecho.

domingo, 2 de enero de 2011

El camino de regreso

Todo se vuelve insostenible a cierta distancia. Quizás no sea polvo ni levedad pero el maldito invierno solo sabe de fórmulas erróneas. Una guerra de nombres que jamás aprendí a jugar, error del maquinista podrían decir. Todo se cubre de imágenes, de nieve o de sustancias menos ciertas, las canciones se suceden y la normalidad tiene el rostro de todas las cosas, excepto de esta noche a medio beber.

Verás, cuando te conocí, me miraste sin verme, huraña, celosa de tu tiempo y de las promesas que sabías te iba a arrebatar. Esos ojos que siempre te envidié, esa manera tan propia de tu especie, la luz de la tarde que se endurecía en tu costado mientras te dabas vuelta y me dejabas con el corazón palpitando en mis zapatos. Si te volví a ver fue solo por tu miedo a quedarte sola, en el fondo ambos sabíamos qué era lo que nos esperaba: tú me dabas tu vida, yo a cambio, mi soledad. Era lo justo y nada podía tener más sentido. Pero nadie te dijo salta y tampoco lo hiciste, te empujaron quizás. Todos nos empujaron a estas esquinas, a la inevitable sorpresa que ahora nos detiene frente al horror de una casa sin rincones. Era Lima y era nuestra, ¿recuerdas? Nunca fuimos tan felices pero las madrugadas nos podían durar más que cualquier otra cosa y eso bastaba. De pronto saltabas a mi lado y en tus ojos brillaba el miedo de saberte perdida por mi culpa. Y aun así todo estaba bien.

Mis manos jamás sirvieron para los regresos, en realidad creo que no estuvieron cuando debieron; insuficientes y humanas, extraviaron tus sonidos en los techos absurdos del vecindario. Has debido olvidar el camino y no te culpo; de no ser así ya hubieras vuelto, en esta noche donde casi todos duermen y nadie ganó a la lotería.