sábado, 28 de agosto de 2010

Promesas a olvidar

Una vez más nos ponemos los guantes en la sangre para aprender a vivir de migajas y de renuncias, del primer vuelo a Lima para recorrer el silencio con la baba de otras sonrisas. Podría decirte mil cosas y escupir tu moral de zapatillas deportivas o los ciento veinte dilemas existenciales que encierra tu closet nuevo. No vale gastar pólvora en gallinazos, dice la familia. Pero nadie hablo de las redes, la colección de anzuelos que guardo bajo tus fotos, los girasoles que se enamoran en otros círculos polares, siempre me pongo en perspectiva pero nunca consigo arrancarle el pulso a las canciones.

Esto no durará mucho porque no tiene sentido que yo esté aquí destruyendo lo que no existe, ¿verdad? Las cosas como las madrugadas tienen su propia tinta, tienen la lógica de los amantes y del intercourse que procuras; las cosas como las batallas siempre se pierden, se dejan ir para luego encontrarlas en un doblez, en los latidos que busco para ubicarme porque te llevaste las brújulas y ahora evado charcos sin agua, sigo las líneas telefónicas pero todas terminan en un tono de auxilio. Las cosas tienen mucho de Darwin, supervivencia del más apto, del menos imbécil o del que está más cerca, más a la mano. Unas cuantas horas en un bus y lo demás te lo digo en la cama. Es el precio de la doble vida, llamada a larga distancia, cerrar los ojos en USA y abrir tus mapas en Lima. Eso, entre otras cosas.

Las cosas, como las palabras, quedaron amarradas en las fotos que miras cuando regresas de otros brazos, en ese pedazo de vida que solo es una ventana al olvido, no es un Kandinsky o un Chagall, es el cuadrado de las ausencias nuevas. Las cosas, esas pequeñas cosas, terminan por caer, se deshojan y el viento dejará de ser de plastilina, dejará de traer boletos a tu ventana y entonces no tendrás mas retazos para archivar. Las cosas, como las ausencias, se beben en shot.

Anyway, Bunbury sabe lo que hace, lo que dice. No conozco a nadie… que mienta como tú…

viernes, 27 de agosto de 2010

Nudos para otras manos

La gata se acaricia tiernamente en mi mano y parece tan fácil, ser gato tiene sus ventajas. Con qué ganas me acurrucaría en este charco de silencio a las 2 de la mañana, en este sofá que no abraza, en la maldita tecla Ñ que no existe. Ella se acaricia y no mira a los lados para cruzar todas las puertas, ella se acaricia y no sabe del clima y sus respuestas avanzan como hormigas por la ventana. Yo jamás supe de ventanas y quizás fuera sintomático, si no entonces que se jodan Malevitch y los prejuicios del afuera, que no queden huellas en los vasos y que un rato cada día nos engañen con cualquiera, nos cambien por cualquiera.



Ser gato es saber hacerse un nudo de polvo y babas en cualquier muro de la ciudad.



Me imagino de nuevo en Lima y su noche sifilítica donde nada es ni tuyo ni mío salvo el último suspiro y la sangre que se te va en pastillas, recuerdos, sospechas. Un gramo más, un gramo menos, ya conoces el negocio. Siempre fuimos los cojudos de la esquina, los vagos que sólo saben de todo un poco pero jamás una maestría. En esos ratos nos cuesta creer que haya algo más cierto que nuestras mentiras, tomamos un gesto y lo hacemos mierda, una palabra nos da vida y nos destruye, eso te dicen todos y es cierto pero no les creas. Y está de más advertirlo pero ni Lucky Strike ni Camel, la ceniza es igual en todas las sangres.

Me imagino con frío, hinchado de neblina y rock and roll, escribiendo en una mesa los sonidos que dejaste en la pared. Allá también me espera una gata, me espera un patio sin ventanas, muchos libros por leer. Ellos lo saben, lo saben pero callan porque todos nos hacemos los locos cuando viene la cuenta, Gavilán lo sabe y también se hace el pendejo. Esas noches se pagan solas, una despedida vale lo mismo que una canción de amor, en esas calles todos somos una entrada nueva en un blog fantasma, tu eres mi personaje y ella te ama en otra vereda, con otro nombre y los Rolling Stones de fondo. He regresado dos veces, tres veces por las mismas cartas, el blackjack que nos deja limpios de paja y polvo, he vuelto de otro canal para meterme como el salmón a esas noches ajenas que huelen a querosene. Estoy aquí, vuelto mierda en la oscuridad de otra costa en otro océano, dejándome vivir en espejos retrovisores, pensando en las horas y el jet-lag y en cómo carajos nos dejamos arrastrar en esta sangre frenética que sabe un poco a madera con pólvora y brillo labial.



A veces me da por romper hojas de papel y hacer bolas, proyectiles que arrojo indistintamente, sin memoria, cuando la tarde apremia y en la esquina el reloj recoge sus minutos. En todo relato siempre hay una esquina. Si no fuera por ellas no sabría distinguir cuando mierda corro, cuando doblo, cuando cuento mis días y me embriago en las reuniones, cuando tropiezo con tu cabello regado en el baño o tus medias por la mañana, cosas sin sentido que les debo a los laberintos. Bolas de papel, bolas de nieve, cometas en agosto, todo es imaginario y hasta las fotos me mienten mejor que las tarjetas y los sueños a colores. Eso sí, nadie como tú, cariño. Mejor es salir al balcón y dejarme engañar por la luna, así las distancias no saben de traiciones ni de esquinas. Somos un triángulo sin vértices ni vertientes, un pozo de variables infinitas, abecedarios incompletos que no terminamos de entender ni a 120 ni 126mph, ni así vaya tan rápido como el rímel que derrite su mejilla, que deforma sus labios en una mueca que mis dedos pierden de vista cuando deja de llover.