viernes, 20 de mayo de 2011

Cometas en Alaska

Es otra tarde menos en tus cuentas y aún no sabes limpiarte bien las mentiras, vamos, dime tus miedos, dame esas cosquillitas en tu espalda, yo sé que te apetece el mundo más allá de esta autopista que retrocede en mis ojos indiferentes. Nena, los carteles te llevan a la realidad pero la verdad es la que tú te inventas, esa que eliges entre frutos verdes y semillas de geranio. Te asustan todas esas huellas que miramos alucinados en el parabrisas, en la ventana del restaurant, dedos de gentes a 35rpm que giran en medio del azar y la tormenta. Está bien, nena, al parecer supiste ocultar las llaves y de pronto no tienes más excusa que decir que me odias porque nunca llegue a tiempo, pero qué culpa tengo yo si el mensaje de texto rezaba (sin asunto). Sí, es evidente que nunca fuimos los mejores enemigos pero entre los peores nos tomamos de las manos y reímos como idiotas cuando el silencio era tan gordo que no entraba jamás en el encuadre. Tomabas nota de mis instintos y resolviste el crucigrama con precisión, me ganabas siempre al ajedrez y eso que nunca supimos para que servía el enroque ni por qué los caballos se mueven en forma de L, es absurdo. Lo sé, tu lógica no admite discusión, es un cúmulo de ideas escritas en cartón, bulletproof, y ese sentido común adornando los manteles de la cocina. Nena, desde siempre nos estuvo prohibida la eternidad y estaba escrito en las instrucciones, debajo de ADVERTENCIA. Por eso ahora te miro alejarte en todas direcciones, un poco como esa imagen de la servilleta de papel en la pileta de la plaza, sumida en un tiempo ajeno al arañazo de esta humanidad que nos transforma constantemente. Ahora estás allá, del lado del adiós, donde la nostalgia es esa maravilla que nos cambia de canción en el momento menos indicado.

lunes, 16 de mayo de 2011

Durmiendo en la cocina

De cuando en cuando le entran a uno las ganas de mirarse y preguntarse por qué tantas cosas no dichas, cómo llegamos a esta silla o cuando fue la última vez que volvimos a Vallejo. Porque uno siempre vuelve a Vallejo. Y es entonces y no después cuando nos damos cuenta que nada nunca tiene un por qué. Todo fue como tratar de orientarse en medio de la oscuridad: siempre llegamos a destino pero después de dar tumbos, caer un poquito, patalear y llorar. Quizás es como dice Ribeyro y siempre dependí del azar y las circunstancias para estar hoy sentado en esta silla y no escalando los Alpes suizos con Frederick, Sasha y Mercedes, la española. Fácil que sí, tuve que nacer y crecer en Perú, tuve que abordar un Boeing 737 Lima-Atlanta-Salt Lake City / Delta Airlines, tuve que dejar correr el agua en el lavabo antes de cepillar mis dientes,… Podría seguir pero prefiero (y amo) mi clandestinidad. Y, por supuesto, también dependemos del Otro, no el lacaniano sino el más descifrable, digamos ese amigo que nos quita los zapatos cuando ebrios, esa mujer que nos tomó de la mano en un mediodía gris camino a la universidad, o también por que no los vendedores de hamburguesas, la puta de la esquina, mi papa y sus monedas, mi almohada de pollitos. Esa gente que viene y va, los que se quedan, los que ya no están más. Y, por si fuera poco, también están la música y los libros, pero ese es otro tema. Hoy por hoy el arte es un cliché, así que por ahora this is enough. Debo irme: deje al azar durmiendo en la cocina.

domingo, 8 de mayo de 2011

Bitter-sweet, mom

Un día genial de primavera, con mucho sol, cielo clarito y nubes gordas. Un día un poco amargo, bastante dulce pero con algo de bitter, con esa vaguedad de mis memorias que aún no te abandonan, todas esas redundancias en la casa, tus manos en mi cabello o en la olla marca Record. Qué turbia sensación que me hace despertar en medio de la nada, con los sonidos enrevesados; mamá ha muerto y no son good news, estoy enclaustrado entre dinamita y silencio, clavado en un sueño que nunca pedí. Malditas pesadillas. Sin ellas, las madrugadas serían la cosa más linda del universo.

Otro día de la Madre así, revuelto entre llamadas de auxilio en diferentes estaciones, sintiendo el peso de tus ojos latiendo desde el fondo de mis venas. Tu bolsa del mercado, tus zapatitos de alquiler, tus pasillos y toditas nuestras infancias siguen allí, bajo el mismo techo donde una vez cerraste los ojos llenos de cansancio, de amor y de muerte. Feliz día, mamá. Como alguna vez te escribí, llegará el tiempo en que me llevarás a pasear colgado de tu cuello, encerrados, herméticos, bajo el cielo pintado de agujeros y mentiras

jueves, 5 de mayo de 2011

Reporte semanal de la semana

Hay tantas cosas hoy, aquí: copas, monedas, licor, libros, una o dos certezas, un pasaporte, más libros. Hay una gata ingrata que no sabe llegar ni irse, están también las canciones, las efemérides, la cuenta regresiva. Es cierto, todo es irrelevante hasta cierto punto pero nunca nadie me hablo del tiempo o de cómo seguir siendo humano en un mundo de visiones y azar. Esta realidad no me abarca, a veces parece que todo se empoza en un latido que se apaga bajo presión. Hoy no me quejo; a pesar de mi desgano, las cosas se alejan del principio, tropiezo menos con la inocencia de contar animalitos en cada mirada. Hoy se está bien en la 797, 2nd floor. Tenemos lo necesario para dejar de caminar en círculos y ya no me olvido del six pack en la nevera.

By the way, ya me voy tomando mucho-muy en serio esto del oficio fotográfico. Hoy por hoy, enfocando mi sangre a 50mm.