lunes, 21 de febrero de 2011

LHC

Mi corazón, right now, es un colisionador no de hadrones, sino de emociones. La puta vida siempre le juega mal a las personas buenas, eso lo sabe mi madre y mi abuela, ahora mi tía abuela. Eso del cáncer es un rollo bien feo, cosa seria. Sé que moriré de eso pero ya no me importa tanto. Por otro lado, mi mejor amiga y su bebé, su gran pero gran trozo de vida… felicidades Pato. Este vino se encargará de todo, y vaya que cumple su labor. Los sentidos, aplacados. La memoria, suspendida. Los deseos, postergados.

¿Conoce usted al difunto? Sí, era un tipo sin importancia colectiva, exactamente un individuo. Así diría Céline. “Thank God”.

miércoles, 16 de febrero de 2011

― Tú lo viste ¿verdad?... ¿cómo estaba?

― Me ofreció esa sonrisa de siempre. Supongo que estaba bien pero es que nunca aprendí a descifrar sus rostros, por eso quizás me ganaba en el póker, ¿recuerdas?

Fumaba un cigarrillo y temblaba, sabía que estaba allí pero no lo miraba, perdería el sentido de esa realidad que inventaba en las volutas de humo o en la ceniza que ponía en su mano. Ya todo había pasado pero esto jamás se lo esperó, cuando dejó de llamarla, de pensarla, creyó que siempre se puede construir una nueva mentira, supuso que sus vidas se basaban en la lógica de las estaciones y que este invierno ya se acababa, menos mal…

― Uhmm… las versiones son varias. Unos dicen que lo vieron afanando a una flaca, una gringa bien rica. También dicen que ahora solo vive para trabajar y ya no se le ve mucho. Un pata me dijo que habló con él y le dijo que USA is my new hometown y que no volvería por nada del mundo. “Hasta creo que ya se le olvidó el español a ese pendejo”, me dijo. Esto es cuestionable pues él me prometió por su viejita que volvería. Y tú sabes que el flaco no se juega con esas huevadas. Pero, en realidad, puede que todo sea verdad o que simplemente sea una gran bola de mierda. Y a ti, ¿no te dijo nada?

― Ni una palabra. Y si me hizo algún gesto, ni siquiera lo advertí. Solo me ha quedado esa sonrisa sin forma, como una especie de desencanto, como si todo él fuera tan solo un cascarón, una maldita piel muerta, desnuda, vacía.

Apenas va cayendo la tarde y ya parece que los límites se desfiguran; así pensaba mientras se detenía a mirar en dirección al tipo de al lado, ese que ahora era poco más que un extraño, abrumado por el alcohol y el tiempo. Miraba a través del tipo, recordó sus huellas juntos, lo poco que aún quedaba, y sonrió. Lo hizo por ambos, lo hizo para destejer ese miedo que ahora dormía siempre con él. Pero, sobre todo, sonrió por ella, porque fue lo único que le pidió, el antídoto perfecto para las desgracias que compraban a cada salto. Tuvo que detener esa lágrima que nunca existió, tuvo que sonreír y decirse que todo estaría bien, repetírselo hasta el cansancio para que ella también lo escuchara. Que todo estaría bien…

― Ni modo… ojalá esté bien el flaco, la última vez que hablé con él lo noté bajoneado, andaba así por lo de su ex o algo por ahí, un rollo que decía era muy largo de explicar. Esas cosas parecen cojudeces pero de veras que joden, por eso yo ando available.

― Eso sí, de salud yo lo noté bueno y sano. Pero uno nunca sabe. Con respecto a lo otro, lo de su flaca o su ex o como sea, pues algo así me habían comentado pero no sé más que tú. Pero esa sonrisa, brother… a mí se me hace que ese huevón se está volviendo loco.

El tipo le dijo algo que retumbó en sus ojos como el fin del mundo, luego se alejó rumbo al sur. Todo camino, pensaba, lo llevaba al sur. Era la nostalgia la que hablaba por él pero cómo decirle que no con ese frío. El viento lamió los restos de orgullo que quedaban en su chaqueta y la culpa volvió a someterlo. La clandestinidad jamás bastó, ahora lo sabía pero ya no importaba mucho, ahora solo había espacio para callar y correr, dar vueltas en esa página escrita a medias, en esa voz del azar que otra vez le jugaba una mala pasada. Que todo estaría bien… cerró la puerta y subió, repasando sus cartas, repitiéndole que ella no tenía la culpa, que todo evento tenía su lógica y que él siempre estaría detrás de la misma puerta, que la culpa no era de ella y que sus manos no bastan para alcanzarla y que todo estaría bien, que todo estaría bien…

jueves, 10 de febrero de 2011

Alguna vez escribí acerca del miedo a perder de vista el recuerdo de mamá. Ahora comprendo que ese miedo es inherente a mi condición. Es ese tipo de miedo que primero dispara y después pregunta, el que no sabe de treguas ni promesas cuando te miras al espejo. Este texto nace como exorcismo de todo aquello, es la constancia escrita de que sus intentos, por más odiosos y punzantes que sean, jamás podrán encontrarnos. El laberinto es nuestro, los cajones del ropero, el secreto bancario de papá, esas cosas que disolvemos en el café con leche. Mamá lo sabe, lo supo siempre y no la sacarán de su propia “casa de cuervos”. Sus gatos, sus miles de crochés, su maldita enfermedad. Es una guerra inútil porque de aquí nunca se irá, porque heredé su náusea como heredan los peces la asfixia, gracias Blanquita Varela. Esos recuerdos aún están ahí, puedo verles la cara detrás del biombo, sus manos fuertes sobre mi camisa blanca, repasando las líneas más tercas, la lista del mercado, la lección de Lenguaje.

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Hace unas noches soñé con ella, estaba hecha un ovillo en el centro de todo, mirando con sus últimos ojitos impregnados de perdón; mirándome ser lo que pretendo y lo que jamás consigo. Luego despierto, 5:36 a.m. El canal de televentas tiene ofertas estupendas.

martes, 8 de febrero de 2011

¿Amores de barra? Yeah, right.

Ya no le doy importancia a nada, Alaska, ni a cuantas calorías tenían las cervezas que no pagamos, mucho menos a los billetes que arrugabas con violencia ante la ansiedad de dejar la propina. Y ni hablar de tu borrachera sincera y feliz, negándome todo lo demás y diciendo en pocas palabras ―o muchas, no había forma de saberlo― que soy muy lindo pero lo suficientemente idiota como para dejarme arrastrar a este juego. No pretendía ser un héroe pero es que eres condenadamente bella cuando intentas aparentar que todo te da risa mientras te balanceas sentada en tu silla.

A lo mejor es como me dijiste hoy y de verdad fuiste such a bitch conmigo. Pero una vez más, Abraham, no había forma de saberlo. Todo siempre es relativamente bueno hasta que llega el día siguiente. Supongo que así funciona.

domingo, 6 de febrero de 2011

Weather Channel

West Hartford Center, slippery day. Rainy day. Aun así, hoy mismo te imaginé caminando conmigo en medio de esta lluvia, pidiéndome que te agarre fuerte porque si no te resbalas, te caes, y yo te digo que esas cuestiones no importan en este universo, la gente se cae y se rompe los tobillos y otras cosas, no importa tanto… y de repente resbalo y todo lo que dije anteriormente se convierte en un “ay carajo” mientras tu risa te hace resbalar mucho más en mi nostalgia; la misma risa que nos hace caer sobre el hielo, al cabo y al fin.

Es inútil resistir este destierro sin pensar una sonrisa conocida. Ya todos lo sabemos, el olvido no es pan de cada día.