viernes, 11 de julio de 2008

Marramaquiz

Posiblemente sea un estado de conciencia, y sin embargo prefiero creer que esta vez me tocó adoptar esa certeza de ser algo que no concuerda, digamos como esas palabras raras que callabas. Estoy deslizándome de a poquitos, de a ratitos hacia otras probabilidades, en momentos donde las circunstancias declinan y las luces inclinan sonrisas hacia un confuso estrépito de oscuridades. He perdido las fórmulas para cruzar una calle, para saltear las páginas aburridas, y ya no soy capaz de leer advertencias en los avisos. He cedido a la voluntad general de lo que no tengo, de lo ajeno, por ejemplo ese gato que duerme en algún lugar y que ya tiene nombre pero no. Marramaquiz, felino etéreo, mírame aquí incendiando la sangre vertida en estos vasos; pero el tiempo animal de costumbres no te deja postergar la nada, entonces me ves irrumpiendo desde los lados, cerrando puertas a mansalva. Haré de tu cama vacía el refugio de todas mis deshoras. Y también de la desesperación, madre concupiscente disfrazada de lluvia, de página en blanco, de miles y millones de adentros.