lunes, 23 de noviembre de 2009

para lamernos la herida mientras tanto

No te diré por qué pero a veces me miro en el espejo y sólo encuentro señales de peligro, un asomo constante del mismo miedo de ayer por la noche con el vaso en la mano y la vida doblada en el bolsillo. Creo con firmeza que de certezas no se vive pero cómo salir del túnel de la misma mañana de todos los lunes. Ya no sé regresar a esa seguridad del zippo con bencina, de las llaves que me abren todas las puertas menos esa, la de Borges. Puedo estar en cualquier lado, beber lo que tengan y tratar de seguir el juego, las charlas duran lo que dura un cigarrillo y con el otro viene el olvido, si no cómo. A veces siento pena o algo parecido y recorro mi pantalla buscando, con los dedos entumecidos y la gata que me mira pidiéndome comida, mierda. Son cosas que me suceden, digamos que de costumbre, y así como me concedo ciertas debilidades también me venzo y me ahogo; generalmente cuando corro soy conciente de que no valgo un empate, de que nadie me persigue salvo yo y la maldita resaca, sólo yo y los semáforos y los perros de las cocheras que están al acecho desde siempre. Estas rodillas no ayudan pero no importa tanto cuando sabes de lo prescindible, en una Lima donde los inviernos no saben llegar ni la gente irse. Cada uno conoce sus mentiras y quizás no valgan el precio de un sábado por la noche, como sea igual les pagamos un trago y el taxi a medias. Eso de los hemisferios también nos juega mal, aburridos en todas las congestiones, en la cola del supermercado, suspendidos al final del tiempo de cualquiera, último paradero, adonde jamás llegarán las chicas bonitas ni las mañanas con olor a venganza. Y ni qué decir de los eclipses de sol y las lluvias de meteoros, Las Perseidas dicen. Quisiera aprender de perdones y silencios, a lamentarlo en serio, a temerle al olvido. A ti se te antoja y listo, sin pausas ni transiciones, como cuando desandas tu voz para decirme lo que mañana es una bolsa al viento. Esas pequeñas cosas que dejarás de lado para seguir tomando más de esos engaños como criaturas que sueles frecuentar. No negarás este salud, el conjuro para tu hastío; todos damos vueltas en el mismo rincón, animalitos torpes y más torpes, hechos de redundancia y fracaso, demasiado atentos a otros apetitos como para regresar por la misma acera hacia la misma pupila. Hace un tiempo nos abrieron la puerta de esas cosas que están más allá de los sentidos, nos dejaron desnudos y sin reflejos, con algo de ceniza en el cabello y unas monedas para jugar al laberinto, al gato y al ratón. El aquí se me da con cierta facilidad, no diré del adentro; ya sabes cuan jodido es hablar de otras cosas, sin mencionar que el único mapa legible y sin destino lo llevas puesto en la sangre. Es cierto, aquí tengo lo necesario para dejarme ir despacito, por goteo, aquí los gatos sobran y el asombro está de oferta, la voluntad no tiene esquinas ni plazos. Y porque escribo sólo de memoria, de costumbre: se puede morir de eso.

lunes, 6 de julio de 2009

Al carajo con las nubes

Quisimos tentar la oscuridad y compramos máscaras y la enfermedad en pastillas masticables. Haciendo caso a los postes no llegaríamos muy lejos pero de distancias ya no sabemos. Y acaso un perro callejero más que nos quería asaltar mientras los carteles se multiplican y en la siguiente esquina a la izquierda pegas un brinco cuando te miro y ya. Detrás las calles que se deshacen pero tú me llevas y sin esa duda que te hace menos tangible te asomas por encima del otro lado para salvar un rompemuelles o un dead end. En esa calle la luna que baja y la inmensidad que nos pasa por alto, vamos dejémosle una caricia a la puerta y ya, basta de figuras en las nubes y la lluvia que no llegará. Entremos que se hace tarde, al carajo con las nubes. Sabemos que nos acechan con cierta dificultad y por eso miras y te dices es la última vez que se me ocurre la izquierda y ya, el entrar se nos da con cierta facilidad.

Era como la cara oculta de todos los olvidos, rompecabezas donde una sombra era la única respuesta, la incorrecta, el purgatorio inútil de la fantasía que intentamos. Era como ese túnel al otro lado de todo, el afuera que nos consume, el epicentro de formas descoloridas que se agitan colgadas del miedo, que titilan al despertar de dos astronautas frente a la nada. Se aceleran tus manos y la cortina que nos mira frenéticamente, las dimensiones que no ceden y quédate conmigo por favor pero cómo hago para no pensar en esos ojos enfrente debajo Dios qué mierda hago aquí la tarde parecía tan tierna y las nubes que abarrotan el ventanal, de pronto todo es un palpitar de frascos demonios respiración uñas que acarician las paredes y nos alejan del interruptor, el muro y sus culpables, el patio trasero con su jardín de otra época y sus fantasmas, la cama que nos atrapa entre sus sábanas manchadas de silencio, el apetito incierto de sus bordes que ya no, todo se desvanece con cada parpadear al filo de la angustia y era como el sonido de una canción que no puedo reconocer, una melodía que sabía a lágrimas y rubor, a estación FM, a la mirada que aprieta y nos retuerce en ese océano de terror, en el vaivén de la sangre bullente los nervios la psicosis del vidrio la ventana el muro, un balazo en medio de tanta soledad, un solo balazo en el agujero donde mis pies avanzan o retroceden y espérame aquí mientras lo arreglo, todo estará bien. Un último espejismo y será todo, la salvación de los ángeles caídos, el abismo que me sumerge en otra muerte, la herida abierta que mana el vacío y el exorcismo de nuestra irrealidad.

El cielo sube por los tejados y más allá otro carro que se lleva todo el polvo de mis zapatos, suspiros para tejer otro mañana. Por lo pronto se me ocurre tararear un tango sin olvido y con olor a sombra, un sonido robado de alguna emisora que alguna vez. Aló, estoy lejos, ok ok después hablamos, le cuelgo y ya, uno menos. Pero era como algo que no me soltaba, que me señalaba con todos los dedos de todas las manos, era la voz de papá pero además era otra cosa, un apetito incierto sin saciar, una presencia muda vacua inconsistente, acaso atrapada entre otras pieles. Te limitas a mirarme y sueltas tu cabello, tus pasos resuenan en otras direcciones. Soltaste tus pasos, tus cabellos y ya.

domingo, 24 de mayo de 2009

Naturaleza del volver

Se termina siempre por volver al mismo bolsillo y retirar con cuidado de albañil los pequeños pedazos de boletos, de papeles antiguos, deshechos, descendientes. Todo bolsillo es un siempre volver. Entre ellos arderá sin fuego y sin conciencia la memoria de una envoltura recogida de pronto, el receloso pedazo de chocolate que nos embarra las manos y la solapa de tiempos aquellos. Pero se termina siempre por volver y las mañanas se disuelven en agua caliente pero no tanto, cuchara, mano, azúcar, cuchara y otra vez mano y más. Y bolsillo. Este volver instintivo a las cosas que nos proveen el así, el esto, el estar siempre un poco más acá y nuevamente, tiernamente mano en bolsillo y jugar con migajas de otros semáforos, llaves para puertas de vaivén, asombros, pasaje con sencillo. Espectros de una danza utópica multiplicada en silencio, reptando de tu entraña al deseo más íntimo de depositar una nueva mano en el siempre bolsillo, tomando lo primero que te aborde en esa urna que a veces algodón, a veces poliéster, mientras da vuelta y vuelta la jugada y de pronto tomas el cigarrillo más apretado cual bolilla número 16 de la Tinka del domingo. Tus mejores amigos te harán un espacio cada vez que busques ese calor de hoguera reciente, abierta, madre. Y sin embargo otros toman medidas ante la crisis, se cobijan más herméticos, capricho que toma forma de mano-cierre-bolsillo porque la calle está dura y vaya a saber cuántos han de tener frío y, ajenos de bolsillo, pretendan expropiación de este pequeño agujero negro o tuyo o mío, jamás en plural. Porque no hay mejor intersticio donde exorcizar tus miedos, rendija donde enfrascamos el tiempo sin mañanas tardes noches, siempre esperando una caricia, la sonrisa de tu gesto más sincero, el temblor de la mano sudada del amado del plantado del dejado del des-esperado (no confundir con el rigor helado del celular en vibrador cuando Teoría Literaria III). Gota a gota, mano a mano, iremos cayendo desnudos en ese pozo donde la luna será una infancia, un pararrayos, un gato que en el techo acecha una moneda.

martes, 27 de enero de 2009

Epitafio de luna para corazones menguantes©

Pero el amor, esa palabra… Nihilista Chiki, como bien escribiría cualquiera en tu epitafio; qué sabemos nosotros más que de pérdidas, de extravíos, porque jamás fue suficiente para nadie y por eso acabamos o empezamos con esto, lo de vender tarjetas o pollo o seguros múltiples que van restando mi decencia. Nos recuerdo vívidos, bífidos, bajo el pulso arrítmico de muchos intelectualitos, fumando en demasía, acaso descuidados de la vida que no nos recorre, que nos deja reptar por sus bajos fondos; no restrictions para nadie pero sí para el gordo porque dicen que su corazón no durará más de dos puchos. Me entran las ganas de reír súbitamente —as always— mientras ascendemos a otro piso por más empanadas, y es que en algún punto he recordado que hay tantos corazones en el mundo, pero tenía que ser el suyo. Llámenlo irónico, de todas formas las cosas nunca funcionaron de manera convencional. Al menos no para nosotros. La contingencia, el Sky, el azar, el factor X, Tubos, la dimensión desconocida, la Facultad de Letras, los parques, todo guarda estrecha relación y nos envuelve en un remolino inusitado de demencia musical, literaria, nos convierte en spaghetti mientras caemos y caemos en ese agujero negro de la noche más alta, con alcohol o sin él. No significa de ningún modo que seamos temerosos de pasiones sin una razón de aguas hondas, no way, es más, pregúntame por tal calle y te diré qué soy y qué no eres, conversaremos todos, David acepta entrevistas. Pídenos un testi y te daremos el miedo, pregunta por alguien y te diremos por dónde no has de hallarlo, quizás te atrevas y nos regales un temblor, un llanto, una llamada en la madrugada, a cambio te hablaremos de la distancia, del capítulo 93, de tantos otros capítulos y tal vez puedas hurgar en el fondo de nuestros bolsillos. Te seducirá ese canguro de siempre, ese peinadito raro o esta tristeza inherente a todo intento de comunicación. No te dejes engañar por la falta de cordura, aquí sobran corazones. De cemento, de hormigón y de neón.

jueves, 15 de enero de 2009

Otras versiones de un sueño

Espero poder seguir cortando líneas telefónicas con las únicas ganas que me quedan, esas que adquirí por compromiso en una feria cualquiera. Por ahora me muevo bien entre otras mal ganadas ciudades, con el filo de mis jeans que van de lado, y mientras unos bajan en esta esquina los demás soñamos con ventanas, recibos, hoteles. Mamá estaría orgullosa de ver el caos en mis rodillas, y quizás recordaría con ternura que alguna vez tuve un Playmovil, gracias Papá Noel. Andaría por allí con sus ojos puestos en todo lugar desubicado, ordenando las hojas alborotadas que saltan de mis manos, enseñándome a contar de 10 a 1 con sus dedos que de pronto son un avión o más Cuentos de tía Anastasia. Una ciudad se incendia, lo sé porque los niños ríen y nadie toca tu puerta ni tu timbre ni la punta de tu corazón que dibuja dos pedazos de pan en una hoguera que no es para mí. Estamos acostumbrados a matar hormigas, a jugar que somos otros y que detrás del mar todo es silencio. Queremos partir un pastel, partir a otras distancias, donde el fósforo no te alcance y si corres es porque sí, porque tal vez, sin esconder huidas ni finales. Yo corrí, fui feliz, ahora miro como todos, ahora me atrapo en todo, ya no puedo recoger estrellas ni pretender un arco iris, un duende, la verdad debajo de la cama o tus pausas para decirme que no está bien. Me dijeron que estabas en el cielo, no sé en qué parte, quizás por un lugar donde hay mucha luz porque odiabas las cucarachas, o acaso te presentas frente al Hubble a propósito de quásares y esas cosas de moda. Nos vamos a la mierda, es verdad, por otras partes un par de quemados se preguntan si nos estiramos o nos contraemos mientras acá seguimos en las mismas, friendo pollos, contestando a privados o escribiendo cosas como esta. Más allá de una luz todas las sombras, imágenes desgastadas de fotos que nunca tomé; a veces quisiera recordar un poco tu voz, maldita memoria. Tengo miedo de olvidarte, miedo de hacerme más normal y decirte que no, que te fuiste y ahora las cosas andan mal. El fracaso viene por añadidura, no hay prisa. Prepararé la cama mientras todos duermen, volveré al lugar de nuestras dudas y seguirá siempre así, el polvo en el polvo y el mundo agitado, la revolución, el sistema, tu mirada al fondo del carro, una desconocida que me trajo a ti, un barco de papel una figura sin fondo, el destello de las bombas, la mano equivocada en el lugar exacto, tus zapatos regalados, mi caída sagrada en el párpado oscuro de la noche más espacial. Mi tercera caída sin tu piel. Ese tiempo estará reservado. Me llevarás a pasear colgado de tu cuello, encerrados, herméticos, bajo el cielo pintado de agujeros y mentiras.