domingo, 24 de mayo de 2009

Naturaleza del volver

Se termina siempre por volver al mismo bolsillo y retirar con cuidado de albañil los pequeños pedazos de boletos, de papeles antiguos, deshechos, descendientes. Todo bolsillo es un siempre volver. Entre ellos arderá sin fuego y sin conciencia la memoria de una envoltura recogida de pronto, el receloso pedazo de chocolate que nos embarra las manos y la solapa de tiempos aquellos. Pero se termina siempre por volver y las mañanas se disuelven en agua caliente pero no tanto, cuchara, mano, azúcar, cuchara y otra vez mano y más. Y bolsillo. Este volver instintivo a las cosas que nos proveen el así, el esto, el estar siempre un poco más acá y nuevamente, tiernamente mano en bolsillo y jugar con migajas de otros semáforos, llaves para puertas de vaivén, asombros, pasaje con sencillo. Espectros de una danza utópica multiplicada en silencio, reptando de tu entraña al deseo más íntimo de depositar una nueva mano en el siempre bolsillo, tomando lo primero que te aborde en esa urna que a veces algodón, a veces poliéster, mientras da vuelta y vuelta la jugada y de pronto tomas el cigarrillo más apretado cual bolilla número 16 de la Tinka del domingo. Tus mejores amigos te harán un espacio cada vez que busques ese calor de hoguera reciente, abierta, madre. Y sin embargo otros toman medidas ante la crisis, se cobijan más herméticos, capricho que toma forma de mano-cierre-bolsillo porque la calle está dura y vaya a saber cuántos han de tener frío y, ajenos de bolsillo, pretendan expropiación de este pequeño agujero negro o tuyo o mío, jamás en plural. Porque no hay mejor intersticio donde exorcizar tus miedos, rendija donde enfrascamos el tiempo sin mañanas tardes noches, siempre esperando una caricia, la sonrisa de tu gesto más sincero, el temblor de la mano sudada del amado del plantado del dejado del des-esperado (no confundir con el rigor helado del celular en vibrador cuando Teoría Literaria III). Gota a gota, mano a mano, iremos cayendo desnudos en ese pozo donde la luna será una infancia, un pararrayos, un gato que en el techo acecha una moneda.