sábado, 12 de abril de 2008

Ampay me salvo

Por más tránsito de noche y de desiertos, la oscuridad y el silencio suelen aliarse para hacerme la camita. En este viaje de ida, el único retorno cercano es el de algo sin sombra y sin sueño, para clavarse en la ventana como una luna difusa y sudorosa que palpita tenue, vaga, allá en la negrura del fondo. Vano resulta todo intento de arañar a ciegas entre tanta cerrazón; ya para qué rasgar el cielo si detrás sólo hay más noche. Pero no importa porque más adelante hay un paradero donde se detendrán de golpe todas las formas, la puerta nos dirá que la crucemos y del otro lado mucha enfermedad. Acaso siempre hay algo más que se desconoce, lo importante es saber dónde olvidaste antiguas cartas, despegar la estampilla y si te dejan, ya pasará.

Por ahora la desnudez de una pausa exacta entre el color de mi llanto y el agujero donde guardo todo lo que creí era cierto o probable. A veces es terrible esperar que alguna esquina te diga el porqué de las cosas y te mires al espejo rodeado de nada, de humo y resignación. Del otro lado de la puerta no hallaré más que la navaja con que me abro camino entre la densidad de otras voces y la traición. Podría jurar que el tiempo no me toca y que sigo corriendo detrás de lo incorrecto, que caí por la borda pero jamás toqué fondo porque los abismos sólo son para los creyentes, sí para esos que se creían los más, los dueños de su verdad. A partir de ahora empiezo a entender el mecanismo del afuera, del siguiente renglón, del para siempre. Replegado en los páramos de mi ausencia, aguardo la irrupción de lo que alguna vez pospuse, mientras resuenan fondos en otros vasos y resbala mi tristeza por el lado más débil. Me aguarda el miedo atrás del muro, y por mi patio se cuelan ciertos vahos de otras épocas; no vale nada el silencio cuando nadie está ahí para verte acusarlo, pero este gato ya se enredó y las penas se van bailando como me dijeron. Ay Abraham cuando aprenderás a pisar con el pie derecho al bajar, a sacar la llave de la puerta al entrar, no sé, en algún momento tendremos la seguridad de decir lo adecuado a la persona correcta en el preciso instante.

Últimamente los cigarrillos no saben igual, no saben nada, me dejan colgado con la palabra en el dedo y la saliva en cualquier boca. Pero es cuestión de otras horas y repasar la herida sería callar esos juegos que dejé olvidados, que atrapé con mi trampa para cazar miradas, y que ya no están porque esos ampay me salvo todos mis compañeros se deshacen ahora en la angustia de toda piel. Y así preferiste las pequeñeces de lo que a escondidas reclamabas, te quedaste con el cambio y ahora las mesas de póquer son más grandes. La más prohibida de las frutas te espera hasta la aurora… Sólo quedaron grillos poblando los charcos que destila mi cansancio. Los parques, la manía de no mirar cuando debías, todo es arena y se derrama por la espalda que miro alejarse. Recuerda que la nobleza dura más entre bandidos. Sin embargo nadie viene y por eso eres caos, colisión frontal de infiernos, sangre de calles enteras, el cuchillo que golpea los cristales… la violencia del fuego me impide no decir. Me pegaría un tiro, pero ya los terminaste. Pido perdón por todo lo callado, lo que dictan mis huesos tomará forma de nudo en otros cuellos. He de morir de cosas así.