miércoles, 18 de junio de 2008

Cómo inventarse otro final

Extraño ser el último en entrar, ese mongo que ha desordenado su cabello por hacer una cara graciosa, pero siempre las cosas salen mal y no es nada ajeno a mí. Mucho hay para extrañar, capacidades extraviadas en algún rincón de los jardines reciclados, actitudes que odiaba y nociones inciertas acerca de lo que estaba dejando atrás. Mira, si hay algo cierto debajo de cualquier línea, no es nada que no se haya dicho antes. Pretendo de algún modo jugarme lo que tengo, ese sudor bajo mis dedos no conoce del fuego tras la puerta. Pero mis ojos sí. Lo sé porque estuve allí, porque desplegué las alas que me devolviste sin instrucciones, porque mire a través de la ceniza en que se iban convirtiendo. De todos los fondos, siempre dejaste los más duros al final; este tenía mi nombre, mis huellas y muchas sombras. Inútil andar abriendo puertas para no salir, y de pronto algo que rompe a llorar en mis hombros. Era tu ruido de noche, la ubicuidad de tu pequeña muerte. ¿Cómo inventarme en tu sueño alguna puerta de emergencia, alguna señal que me anclara a cualquier mundo distinto? Y sin embargo no grité, porque no era necesario advertir que aún tenía la palabra. No grité. Además no hubiera acertado a tu conjuro. A veces me invento otro final, algo que tiene mucho que ver con gatos durmiendo bajo la lluvia. Hoy no llueve, pero no importa, de todas formas, cada noche suelo extender lo que queda de mis manos y mis labios entre la eternidad de mis muros. De pie, en silencio, espero que caigan de una en una, de dos en dos, …

1 comentario:

Anónimo dijo...

un final dificil de entender