miércoles, 16 de febrero de 2011

― Tú lo viste ¿verdad?... ¿cómo estaba?

― Me ofreció esa sonrisa de siempre. Supongo que estaba bien pero es que nunca aprendí a descifrar sus rostros, por eso quizás me ganaba en el póker, ¿recuerdas?

Fumaba un cigarrillo y temblaba, sabía que estaba allí pero no lo miraba, perdería el sentido de esa realidad que inventaba en las volutas de humo o en la ceniza que ponía en su mano. Ya todo había pasado pero esto jamás se lo esperó, cuando dejó de llamarla, de pensarla, creyó que siempre se puede construir una nueva mentira, supuso que sus vidas se basaban en la lógica de las estaciones y que este invierno ya se acababa, menos mal…

― Uhmm… las versiones son varias. Unos dicen que lo vieron afanando a una flaca, una gringa bien rica. También dicen que ahora solo vive para trabajar y ya no se le ve mucho. Un pata me dijo que habló con él y le dijo que USA is my new hometown y que no volvería por nada del mundo. “Hasta creo que ya se le olvidó el español a ese pendejo”, me dijo. Esto es cuestionable pues él me prometió por su viejita que volvería. Y tú sabes que el flaco no se juega con esas huevadas. Pero, en realidad, puede que todo sea verdad o que simplemente sea una gran bola de mierda. Y a ti, ¿no te dijo nada?

― Ni una palabra. Y si me hizo algún gesto, ni siquiera lo advertí. Solo me ha quedado esa sonrisa sin forma, como una especie de desencanto, como si todo él fuera tan solo un cascarón, una maldita piel muerta, desnuda, vacía.

Apenas va cayendo la tarde y ya parece que los límites se desfiguran; así pensaba mientras se detenía a mirar en dirección al tipo de al lado, ese que ahora era poco más que un extraño, abrumado por el alcohol y el tiempo. Miraba a través del tipo, recordó sus huellas juntos, lo poco que aún quedaba, y sonrió. Lo hizo por ambos, lo hizo para destejer ese miedo que ahora dormía siempre con él. Pero, sobre todo, sonrió por ella, porque fue lo único que le pidió, el antídoto perfecto para las desgracias que compraban a cada salto. Tuvo que detener esa lágrima que nunca existió, tuvo que sonreír y decirse que todo estaría bien, repetírselo hasta el cansancio para que ella también lo escuchara. Que todo estaría bien…

― Ni modo… ojalá esté bien el flaco, la última vez que hablé con él lo noté bajoneado, andaba así por lo de su ex o algo por ahí, un rollo que decía era muy largo de explicar. Esas cosas parecen cojudeces pero de veras que joden, por eso yo ando available.

― Eso sí, de salud yo lo noté bueno y sano. Pero uno nunca sabe. Con respecto a lo otro, lo de su flaca o su ex o como sea, pues algo así me habían comentado pero no sé más que tú. Pero esa sonrisa, brother… a mí se me hace que ese huevón se está volviendo loco.

El tipo le dijo algo que retumbó en sus ojos como el fin del mundo, luego se alejó rumbo al sur. Todo camino, pensaba, lo llevaba al sur. Era la nostalgia la que hablaba por él pero cómo decirle que no con ese frío. El viento lamió los restos de orgullo que quedaban en su chaqueta y la culpa volvió a someterlo. La clandestinidad jamás bastó, ahora lo sabía pero ya no importaba mucho, ahora solo había espacio para callar y correr, dar vueltas en esa página escrita a medias, en esa voz del azar que otra vez le jugaba una mala pasada. Que todo estaría bien… cerró la puerta y subió, repasando sus cartas, repitiéndole que ella no tenía la culpa, que todo evento tenía su lógica y que él siempre estaría detrás de la misma puerta, que la culpa no era de ella y que sus manos no bastan para alcanzarla y que todo estaría bien, que todo estaría bien…

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