sábado, 3 de noviembre de 2007

Maratón de películas

Recorriendo muchas calles y más ventanas donde algún fumador ocasional se asoma —como yo en este sentimiento— para apagar lo que queda de lo que tuvo. Resultaría ocioso y extremadamente vano repasar las horas abandonadas a la risa sin fondo de una conversa donde la trama se ha extraviado. En la boca, un simple sabor a “mañana lo hago” con una enchilada mixta atravesada en alguna parte.

A estas alturas, me quedan demasiado grandes las horas de fotocopias, bichos y tazones de té con “extra azúcar”. Ya no quiero ni recordar el paradero final de las miradas no dadas cuando las palabras se acortan y hacen puente entre unos labios que no saben a nada. Aún así, el ferviente consuelo de un día menos de estudio pero mejor vivido. Y para el caso es lo mismo. En cualquier instancia el aprendizaje es mínimo: se reduce a la comprensión semi-parcial, en la praxis, de lo comúnmente llamado capital simbólico. Ah y otra cosa inmediata: conseguir una alcancía ya mismo o me ahogaré sin remedio en la teoría de Bourdieu. Y ya se sabe que eso de las teorías es algo duro y espinoso.

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